Fragment de La tabla de Flandes, d'Arturo Pérez-Reverte:
Las había vestidas y
desnudas, con pintoresco traje de campesinas o complicados vestidos románticos
que incluían guantes, sombreros y sombrilla. Algunas representaban niñas y otras
mujeres adultas. Las había de rasgos groseros, infantiles, ingenuos, perversos…
Los brazos y manos se alzaban a mitad de un imaginario movimiento de diversas
posturas, como si los hubiese sorprendido así el soplo frío del tiempo
transcurrido desde que las abandonó, o vendió, o murió, su propietaria.
Niñas
que al final fueron mujeres, pensó Julia, hermosas o desprovistas de atractivo,
que después, alguna vez, amaron o quizá fueron amadas, habían acariciado esos
cuerpos de trapo, cartón y porcelana con manos que ahora se consumían en el
polvo de los cementerios.
Imatge de nina de porcellana extreta de la web http://www.teresamartin.org/ |
Pero todas aquellas muñecas sobrevivían a sus
poseedoras; eran testigos mudos, inmóviles, que guardaban en sus imaginarias
retinas viejas escenas domésticas, ya borradas del tiempo y la memoria de los
vivos. Desvaídos cuadros esbozados entre brumas de nostalgia, momentos de
intimidad familiar, canciones infantiles, amorosos abrazos. Y también lágrimas y
desengaños, sueños reducidos a cenizas, decadencia y tristeza. Quizá, incluso,
maldad.
Había algo sobrecogedor en aquella multitud de ojos de vidrio y
porcelana que la miraban sin parpadear, con la hierática sabiduría que sólo el
tiempo posee, ojos inmóviles incrustados en pálidos rostros de cera o cartón,
junto a vestidos que el tiempo había oscurecido hasta dar un tono apagado y
sucio a puntillas y encajes. Y el cabello peinado o en desorden, pelo natural
–el pensamiento la hizo estremecerse– que había pertenecido a mujeres
vivas.
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