Gabriel
García Márquez
(Aracataca, Colòmbia, 1927 - Ciutat de Mèxic, 2014)
(Aracataca, Colòmbia, 1927 - Ciutat de Mèxic, 2014)
Gabriel García Márquez va ser un escriptor colombià, especialitzat en novel·les, contes, guions i articles periodístics. Era conegut familiarment com a Gabo o Gabito (hipocorístic guajiro de Gabriel), des que el seu company del diari de Bogotà El Espectador, José Salgar, va començar a anomenar-lo així. El 1958, es va casar amb Mercedes Barch, amb qui va tenir dos fills, Rodrigo i Gonzalo. És considerat un dels autors més significatius del segle XX. Va obtenir el Premi Nobel de Literatura el 1982, segons la laudatòria de l'Acadèmia Sueca "per les seves novel·les i històries curtes, en què la fantasia i la realitat es combinen en un tranquil món d'imaginació rica, reflectint la vida i els conflictes d'un continent". La seva novel·la més reconeguda internacionalment és Cent anys de solitud, publicada el 1967, de la qual publiquem el fragment inicial: |
Cien años de soledad
(1967)
[I]
Muchos años después, frente al
pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar
aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo
era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a
la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho
de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo
era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para
mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el
mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca
de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer
los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de
barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de
Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él
mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia.
Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo
se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes
se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los
clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos
perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había
buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros
mágicos de Melquíades. "Las cosas tienen vida propia —pregonaba
el gitano con áspero acento—, todo es cuestión de despertarles el
ánima." José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba
siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del
milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención
inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un
hombre honrado, le previno: "Para eso no sirve." Pero José
Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos,
así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes
imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales
para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió
disuadirlo. "Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la
casa", replicó su marido. Durante varios meses se empeñó en
demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región,
inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y
recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró
desenterrar fue una armadura del siglo xv con todas sus partes soldadas
por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un
enorme calabazo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los
cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura,
encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el
cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer.
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